Es un experimento
imaginario concebido en 1935 por el físico Erwin Schrödinger para exponer una
de las consecuencias menos intuitivas de la mecánica cuántica. Schrödinger
plantea un sistema que se encuentra formado por una caja cerrada y opaca que
contiene un gato en su interior, una botella de gas venenoso y un dispositivo,
el cual contiene una partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de
desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra,
el veneno se libera y el gato muere.
· (Ve el vídeo antes de seguir)
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Para entenderlo,
debemos comprender primero una de las propiedades de la desintegración
radiactiva: aunque somos capaces de saber si un átomo se va a desintegrar o no,
no podemos predecir cuándo lo hará. Cuando mucho podemos predecir que, por
ejemplo, transcurrida una hora hay un 50% de probabilidades de que un átomo se
desintegre.
Ahora imaginemos
que tomamos ese átomo y diseñamos un dispositivo de manera que, si se desintegra,
se rompe una botella rellena de un gas venenoso; a continuación metemos en esta
caja este dispositivo y un gato (vivo). Transcurrida una hora somos incapaces
de decir si el gato está vivo o muerto, pues tiene un 50% de posibilidades de
estar vivo y otro 50% de estar muerto.
El punto esencial
de este experimento es que, según la teoría cuántica, el gato se encuentra vivo
y muerto a la vez. Solo al abrir la caja pasará a estar vivo o muerto; es
decir, el gato no existe hasta que lo observamos. Es en el momento de abrir la
caja cuando su existencia (que hasta entonces era una mezcla de vivo y muerto)
se concreta.
Y aquí es donde
radica la paradoja. Guiándonos por el “pensamiento clásico” (como Pathrick
Rothfuss le llama), podríamos decir que el gato estará vivo o muerto antes de
que abramos la caja para comprobar su estado; mientras que en la mecánica
cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles
hasta que interviene el observador.
El paso de una
superposición de estados a un estado definido se produce como consecuencia del
proceso de medida, y no puede predecirse el estado final del sistema: sólo la
probabilidad de obtener cada resultado. La naturaleza del proceso sigue siendo
una incógnita, que ha dado lugar a distintas interpretaciones de carácter
especulativo.
Y es que este tipo
de superposiciones solo son posibles (según la física cuántica) en el caso de
la dualidad onda-partícula, que hace que el electrón sea partícula y onda a la
vez. Es por eso que al aplicarlo en organismos macroscópicos como el gato, esto
se convierte en paradoja. ¿Qué es lo primero que pasa por tu mente al pensar en
un gato medio vivo? Claramente, en un
atentado al sentido común.
Dato curioso: A lo largo de su vida Erwin Schrödinger fue interrogado tantas veces
sobre este experimento mental, que casi podemos entender cómo se sentía cuando
dijo “cada vez que escucho hablar de ese gato, empiezo a sacar mi pistola”.
Esta paradoja me hace dudar sobre nuestra existencia y si hay algo más que observándonos nos utiliza como experimento. ¿Estamos vivos? O ¿solo vivimos en un estado listos para cambiar de forma?
ResponderBorrarMe pareció muy interesante la información porque me puso a pensar en si somos los únicos habitantes del planeta, así como también el que algo poderoso nos maneje y no sea nuestra voluntad la que actúe. Gran aportación.
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